Pequeños gestos que tienen grandes efectos

¿Cuándo ha sido la última vez que has acariciado?

¿Cuándo ha sido la última que recibiste una caricia?

La vida es una conexión continua, como el Coaching

Y en la conexión tiene que haber dos lados, sería como un enchufe que tiene que ir a la red! Cuando además añadimos el órgano más grande del cuerpo, la piel, imagínate la cantidad de chispas que pueden salir.

Hoy traigo el tema de las caricias porque el otro día en una sesión con un cliente, rompió a llorar cuando se dio cuenta de que el origen de la sensación de soledad que tenía estaba relacionado con que hacía más de un año que nadie le daba una caricia y que tampoco él las daba.

Y a partir de ahí todo empezó a fluir. Indagando sobre qué le impedía dar caricias o recibirlas se dio cuenta que simplemente quería mostrarse fuerte, valiente, sin necesidad de nada ni nadie…

Y cayó por su propio análisis que eso era algo que él mismo se había impuesto porque tenía una gran autoexigencia respecto a la asociación (solo válida para él) de que si no muestra cariño, nadie sabrá que necesita de otros y por tanto será visto como mástil de bandera, enfocado, líder… Imagina como fue el resto de la sesión, una maravilla de descubrimientos.

Porque era tan sencillo pero a la vez tan de valientes cambiar ese pensamiento que él se había montado que todo se resolvió con un plan de acción inmediato: incluir una rutina diaria para tocar y ser tocado. Incluso verbalizó que le serviría una mascota que encontrara en sus paseos o ir al peluquero, pero quería sentir esa sensación de calor transmitido por otro ser humano.

Incluso, durante la sesión, cuando llegó al punto de visualizar qué pasaría si no tenía un día una caricia, logró verbalizar que él mismo se podía dar un abrazo. Él vive solo y puede ser normal, en los tiempos que corren, que no interactúe con alguien en un día. Pero eso también lo “neutralizó” en su cabeza, ¡se marcó un ritual para masajearse los pies antes de ir a dormir!

Y luego el tema me volvió a resonar porque tengo el placer de poder conversar cada semana con una señora de 86 años de la que aprendo sobre la vida. Y me decía que echa de menos que alguien le toque, que su mejor momento es la peluquería, porque le lavan la cabeza y le tocan las orejas. Imagina que sencillo y que necesario es y cómo logramos olvidarlo. Si además, pensamos que cuando estamos al final de nuestro ciclo de vida es como si lo pusiéramos en paralelo con el desarrollo de un bebé/infante, recordaríamos acariciar a nuestros mayores siempre.

La ciencia y las caricias

Hay evidencias científicas que determinan que la ausencia de caricias en un sentido amplio provoca un retraso cognitivo en los primeros años de vida e incluso son imprescindibles para vivir (C. Steiner). Y enlazando esta evidencia con la teoría del vínculo de J.Bowlby, muy influenciado por K. Lorenz y su teoría de la impronta, deberíamos prestar más atención a no dejar la caricia de lado, sea el momento vital que sea.

J. Bowly: en la primera etapa de la vida, es esencial que haya una figura primaria que ofrezca los cuidados y atenciones necesarias. De esta forma, se favorece la creación del vínculo.

Decorpas: «¿Y que pasa en otras fases de la vida?»

Porque la caricia es afecto, seguridad, amor o al menos cariño. ¿Y no es eso lo que nos impulsa a ver el futuro como posible, como positivo? La caricia está relacionada con la sensación de seguridad, de ser importante para alguien y de darle importancia a alguien.

Si pensamos en que además la caricia se une con lo que podríamos sentir como estar plenos o vivir en abundancia, se convierte entonces en un motor para nuestra superación de obstáculos.  Somos seres sociales y nos nutrimos no solo de alimentos. Hay una correlación positiva entre el afecto y la ternura y el desarrollo emocional, intelectual y físico.

Además, según C. Steiner, estamos dispuestos incluso a recibir “caricias negativas” antes que no recibir ninguna. Preferimos el dolor a la nada. Y también está demostrado, a través de un estudio de la Universidad de Standford, que suprimir la expresión de emociones conlleva altos costos y genera más estrés psicológico. Entonces, cuando sientas que alguien quiere una caricia, dásela.

Cuando necesites una caricia, búscala e incluso, dátela tú mismo/a.

Perdiendo la cabeza, bueno, el cerebro…

Si además, retomo una de mis asignatura favoritas durante la carrera que era Neurociencia y Psicología, aun te animo más a que acaricies y te dejes acariciar ya que hay un desencadenante químico en nuestro cuerpo con la activación de neurotransmisores.

  • Los neurotransmisores es lo que hace que tengamos estímulos en nuestro cerebro y se conecten áreas y sensaciones a nivel corporal. En el caso de las caricias, se activa la oxitocina, producida en el hipotálamo de nuestro cerebro y que es responsable de nuestros sentimientos más profundos de amor y afecto.

Vamos, que las caricias, además nos hacen tener gimnasia cerebral activando las autopistas de nuestros químicos internos. Altos niveles de oxitocina, dan lugar a que se active la dopamina, noradrenalina o serotonina. ¿No es genial que todo esto lo pueda desencadenar un pequeño gesto?

  • Así que, como ves, un proceso de Psicocoaching donde se quería trabajar un sentimiento de soledad nos llevó a navegar por las creencias sobre valentía y seguridad para acabar en el puerto de las caricias como ancla de la vida del cliente.

Espero que te haya inspirado tanto el caso como mi aporte acerca de este tema que por sencillo se puede volver crucial si no le prestamos atención.

Te mando mi caricia virtual y recuerda que si quieres que te acompañe en cualquier reto relacionado con tu desarrollo profesional, tu salud o relaciones personales, estoy aquí para empezar YA.

#Y si pasara lo que te propones

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